martes, 28 de diciembre de 2010

Ipalnemoani, aquél por quien vivimos

Dicen las noticias que han encontrado en Haifa unos antiguos manuscritos. En ellos se afirma que el arca de Noé, antes de encallar en el Ararat, chocó con una embarcación menor, que finalmente zozobró. A bordo, según se lee, viajaban entre nueve y quince parejas de humanos de varias razas. Pilotaba la nave un quetzalcóatl, que los iba a salvar de la extinción.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Bífidus

A Mamá le han hecho una resonancia. Está bien. Sólo querían saber qué tal va la serpiente que lleva dentro. Al parecer se la tragó cuando era niña, mientras dormía en el campo. El bicho mide ahora unos nueve metros y ha empezado a moverse más deprisa. Está inquieta. Dicen que con ese tamaño debería comer burros y cabras, pero Mamá no quiere.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Filandón, hijo del vendaval.

Hacía viento afuera. Un auténtico vendaval. Dentro de la casa, sin embargo, flotaban pesadas nubes de un aire caliente que olía a vino denso.

En el centro de la estancia, como hicieran las abuelas, encendió Urbico una hermosa lumbre; la avivaba Manuel con un palo largo. Junto al hogar, desordenadas, seis botellas, seis vasos, seis historias por contar, doce pies descalzos.


Será un cálido encuentro. Seguro.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Elipsis amiloidea
o -a la mierda, por favor-


Tal vez fueran los        , pero yo siempre pensé que eran las termitas. De noche, en aquel establo reformado, a los pies del Pirineo, se oían arañazos y          en la madera de las vigas. Eso es exactamente lo que ahora oigo aquí arriba; con la diferencia de que esto no es el techo, sino mi cabeza, y lo que se deshace es mi cerebro. En el suelo quedarán, como serrín, los restos de lo que olvido; que ahora son sólo palabras, pero que dentro de un tiempo –dicen- serán recuerdos, nombres, caras, funciones.

En resumen, me ha dicho el        que dentro de un par de años, alguien, que yo no reconoceré como mi propia hija, llorará mientras me limpia el barro de la cara en un parque desconocido a varios            de mi casa, seis o siete horas después de haberme extraviado; y yo sonreiré asustado.
Así que ahora, con permiso, cojo este         , aprieto el         y os dejo tranquilos. Muchas gracias.

Aloysius Marktbreit

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Homo hominis Canis lupus


Vuelvo a casa de noche.
Un perro cruza la calle con su dueño.
De la mano del dueño cuelga la correa.
De la boca del perro cuelga el dueño.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Extirpación del egocentrismo

Había en el colegio un muro de piedra. Del muro salía una manivela. Los pequeños pegábamos la cabeza al muro y girábamos la manivela. Y el mundo se movía. La prueba eran las nubes.

Todos los días había un niño haciendo girar la manivela, y mirando al cielo, sonriendo, satisfecho de que el mundo anduviera.

Un día alguien arrancó la manivela.

Así que debe de haber otras manivelas, menos mal.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Perdón, gracias, fíjate y un garbanzo.


Esto no es un micro
ni es un romance ni un verso (Silvio)

No es un micro -digo- porque los viernes son para otra cosa, la que sea. O no.

Perdón, a todos, por no comentar en vuestros blogs, me desborda, y últimamente tengo mucho trabajo, del ineludible, del no procrastinable, del de verdad.

Gracias, Pablo, porque tu texto de hoy me ha hecho una tremenda ilusión. Nunca me había visto merecedor de un micro. Y si Pi é 3.141592, e é 2.718281.

Fíjate, que a pesar de ser contrario al autobombo, me ha hecho también mucha ilusión un accésit en el Certamen de Historias sobre el Cerebro, que organizaba la SEN. Un cuento, no un micro. Va por mis neurocolegas de Göttingen. Y fíjate que hoy he comprado Relatos en Cadena III, con un maravilloso prólogo de Uma Thurman. Gracias, Uma.

Un garbanzo. Sin desbarres no soy yo, así que ahí va mi escatolohistoria real del día en que Pablo me regaló un micro.

Pañal
Hoy es el primer día de mi hija sin pañal.
Acabo de encontrar un garbanzo en el suelo. Estaba usado.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Monóxido

No llorés, Mamita. No llorés, ché, vieja. Verás que vuelve ahorita. No se fue. Viene ahorita. Olvidó darte un beso, yo lo vi. Estaba medio triste Papá. Vos también, lo sé.

Ahora está en el garaje, hace rato, en el auto. Se oye el motor. ¿Lo oís? Lo dejó prendido porque está pensando. No está oyendo la música. Está pensando. Hace mucho, mucho rato.

Vendrá Papá. ¿Sí?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Diopstriptease

Oiga doctor,
quisiera de vuelta
mi miopía.
Quisiera que corte,
que pinche, que ponga,
que quite, que borre.

Oiga doctor,
yo quiero de vuelta
mi cristalino
deforme, changado.
Mi cristalino
como era, vidrioso.

Oiga doctor,
yo miro de noche
al cielo.
Yo quiero de vuelta
mi luna de miope
borrosa, frondosa.
Mi luna de miope,
sin detalles,
no los quiero,
déselos a otro.

Oiga doctor,
quisiera de vuelta
mi miopía.
Por no hablar
de las estrellas.



No sé. Me apetecía.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Halley


Fue en 1910. Jugaban en un bosque. Agarrando la botella del cuello, la joven entrecerraba los ojos y fingía no mirar a la piñata.

Levantó el brazo, giró la muñeca y se detuvo en seco, maravillada ante el espectáculo de la estrella que surcaba, encendida, los restos de vino en la botella.

Habían pasado casi ochenta años cuando mi abuela y yo observamos el cometa Halley desde su balcón.

-Ya lo vi antes –me dijo-. Lo tuve un rato en una botella.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Emanorados

Isabel y Damián paseaban siempre unidos de la mano.
En invierno, metían las dos manos en un bolsillo. En verano las mecían con esa alegría infantil de jubilados optimistas.

Cuando Isabel murió, Damián casi no sintió dolor. Sólo mucha pena.

Aterrados, en el tanatorio, familiares y amigos despidieron al cuerpo de Isabel; peinada, sonriente, con las tres manos sobre el pecho.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Aspavientos de Wurlington

Paseando con Wurlington por unos campos cercanos reconocí no haber leído El Quijote. Él no le dio importancia, como a muchas otras cosas importantes. Quedó, sin embargo, observando los enormes molinos blancos que nos han ido creciendo como descomunales setas paradójicamente energéticas.

-¿Sabes con qué hago yo aspavientos? –me dijo-. Con las fotos en internet. Con lo que significan, con lo que quieren significar. Te diré una cosa: Hay hombres que retratan su rostro desde abajo, y mujeres que lo retratan desde arriba. El resto, sencillamente, se fotografían.

jueves, 28 de octubre de 2010

Trimbury Forest

No era un fantasma quien surgió entre la niebla, aparentemente, sino Shirley Appleton, joven, picante y muy cariñosa. Llegaba antes de tiempo a su cita con Jim Chesappey, cubierta únicamente con aquella túnica blanca, y rodeada por un aura de felicidad carnal tan apasionada que casi hizo olvidar al joven Chesappey que su caballo estaba todavía suelto. Entre las escasas virtudes públicas de la dulce Shirley estaba, menos mal, la de la más escrupulosa puntualidad, aunque al ardiente Jim no le pareció impropio que llegara temprano a una cita romántica en el bosque.

Tras todo aquello por lo que un joven fogoso desearía pasar una noche al raso en los bosques de Trimbury en pleno mes de Noviembre, Jim Chesappey despertó sobresaltado con el ruido de pisadas, se levantó y vio su propio cuerpo desnudo y sin vida en el suelo, al tiempo que aparecía entre la niebla la mismísima Shirley Appleton, joven, picante y extremadamente puntual.

lunes, 25 de octubre de 2010

Motu proprio

El chino que trabaja conmigo me ha regalado un reloj. Es una réplica del despertador clásico, pero de plástico. Funciona con una pila, y en lugar de hacer TAC TAC TAC hace sólo un suave lerelerelere, así que apenas lo oigo.

Hace dos minutos lo he mirado. Iba muy deprisa.

El segundero se movía rápido. Demasiado rápido. En cuanto ha notado que lo observaba, ha acomodado el movimiento de la aguja hasta un ligero segundo por cada segundo. Pero ahora ya lo sé. Tomo nota. Lo apunto aquí, bajo el párrafo en el que anoté, hace ya un tiempo, que el paquete de tabaco se me acerca cuando no miro; que los cordones de los zapatos se retuercen espontáneamente hasta soltar el nudo; que el euroconector escapa poco a poco de la espalda del DVD.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Prioridades borgianas (corregido)

Ayer me quedé hasta tarde escribiendo. A las dos oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca y un libro gordo bajo la mejilla. Retiré con cuidado el libro, que le incomodaba.

A las tres oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca.
Retiré con cuidado el chupete, que le incomodaba. Puse el libro gordo bajo su mejilla.



Corregido el texto -gracias a todos, y especialmente a Alberto, Julio, R.A. e Iván- queda como veis. Añado "hasta" antes de "tarde", y me sigue sonando ajeno, así que deduzco que es un error que cometo a menudo (dos errores, quedarme y escribirlo). Borro la edad (casi dos años), pues no aporta información que no pueda deducirse más tarde. Además, añade un dato numérico que puede llevar a engaño si se tiene por importante.
Dejo como están los discutidos "LE incomodaba", encantado, no por haber acertado, sino porque han dado pie a un interesante diálogo.
Gracias a todos, con comentarios así da gusto leer. Y escribir.

lunes, 18 de octubre de 2010

Prioridades borgianas

Ayer me quedé tarde escribiendo. A las dos oí llorar a mi hija. Tiene casi dos años. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca y un libro gordo bajo la mejilla. Retiré con cuidado el libro, que le incomodaba.

A las tres oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca.
Retiré con cuidado el chupete, que le incomodaba. Puse el libro gordo bajo su mejilla.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Saltarín

Fernando no era muy ágil, pero podía saltar por encima de cualquiera. Altos y bajos.

La gente se alarmaba cuando lo veía arrancar, a la carrera, directo a ellos. Pero él los saltaba igual. No le importaba que se asustaran, porque él –decía- sólo saltaba a mentirosos e indeseables. Contaba que estaba poseído por el impulso animal de pasárselos por el arco de triunfo.

Encontraron a Fernando, con las gafas en la mano, malherido, empotrado en una pared con propaganda electoral.

viernes, 8 de octubre de 2010

Made in Porrúa

Teodomiro Alwin Thurstonbury, de madre asturiana, compró una mochila en “Artesanía Mitológica Serafín”, de Gulpiyuri. Dentro encontró un papel que rezaba “Libro de Instrucción”. Y en otra línea: “Usar antes de las decisiones importantes. Made in Porrúa”.

Y la usó, siempre; cada noche antes de un juicio.

Ayer la asistenta encontró la mochila en un armario. La lavó a mano. Al tenderla en la terraza vio salir una enorme burbuja; una pompa de jabón, llena de un aire verdoso, que cayó al suelo y reventó con un ruido de lloros.

Esta mañana el Juez Thurstonbury, desoyendo un Real Decreto y una encuesta del CIS, ha fallado a favor de Sun Innovation & Development of Rustic Areas, otorgándoles la exclusividad de la palabra SIDRA.

Por la tarde el Juez Thurstonbury se ha colgado. A sus pies, un telegrama de Serafín Texu Carbayu: “Volcó la mochila, ¿verdad? Derramósele la justicia toda. Stop”

lunes, 4 de octubre de 2010

Farolas

Observé atentamente a los dos hombres. Uno, alto, de aspecto endeble, tenía cierto aire prepotente; el otro era bajo, compacto y rudo. Elegí al segundo. Transmitía calidez, confianza, como una manta en un sofá.

Le pregunté, y dijo que sí; pero su enorme mano no dejó de apretar mi muñeca.

Le di las gracias por permitirme ofrecer una explicación.

Luego le conté todo.

Mi hijo disfruta escuchando pequeñas historias. Son historias porque no son cuentos. Los cuentos se guardan en la estantería, y las historias en la cabeza.

Le hablaba a mi hijo sobre la nueva casa. Le prometí que en el techo de su habitación pegaríamos unas estrellas que brillen de noche, como las de verdad.
—¿Sabes cómo brillan las estrellas de verdad? —le dije a mi hijo.
—No —contestó—. De noche sólo veo las farolas.

De noche sólo veo las farolas.

El hombre me soltó, se quitó la gorra, jugueteó con su placa de policía y escrutó el cielo negro.
—Y cortó usted la luz —dijo.
—Sí —contesté.
—De toda la ciudad —insistió.
—Sí —dije.
—¿Y le han gustado? —preguntó—. Las estrellas.
—Mucho —respondí.
—Salga usted de aquí —dijo—. Y abrigue al crío.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Un, dos, tres...

Han encontrado el cuerpo de un niño momificado en el hueco de un roble.

Lord Sickwendall ha intentado que no se lo llevaran, aduciendo que son sus tierras, que es un descubrimiento arqueológico inusual y que tamaño hallazgo no debería profanarse.

Lady Chipperton está declarando en comisaría, dice que su hermano desapareció en el bosque jugando al escondite con Lord Sickwendall. Dice que habían apostado tres libras por cada hora que tardara en encontrarlo. Dice que hace ya setenta y cuatro años.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Le llama tonto

Damián yace desplomado junto al sofá, inmóvil desde hace diez minutos. Julia todavía no ha llegado. Él se hace el muerto.

A Damián le gusta gastar bromas cuando está de buen humor. Julia siempre agita las manos delante de la cara, da saltitos y le llama tonto. Julia siempre dice que algún día se cansará de sus bromas y se irá.

Damián yace desplomado junto al sofá, inmóvil desde hace doce días. Julia todavía no ha llegado.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos VI, La Roja

The Red Ones
El camarero les daba a beber a la boca porque no tenían manos. Uno de ellos me relató el accidente. Estaban en el bar, viendo el partido por la tele; España marcó y todos saltaron a celebrarlo. No imaginaban que el ventilador pudiera cortar los quince brazos con semejante violencia.

-Fue un lío terrible –me dijo–. Algunos aún nos abrazábamos entre resbalones; luego nos agachamos a recoger las manos y a ordenarlas, pero no teníamos con qué cogerlas. Nos ayudó Julián, que se perdió el gol porque estaba en el baño...

–¿Y dónde están ahora las manos? –pregunté.

–Congeladas –dijo–, hasta que acabe el Tour.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos V, Selección natural

En la playa nos llamaban “Las Comadronas”, porque siempre estábamos poniendo a parir a todo el mundo. Veníamos las tres a primera hora, en fila de a una, yo siempre la última, porque tengo un pie torcido; por eso vine aquí la primera vez, por los barros y el yodo, que son muy buenos para los huesos.

La primera iba la Florencia, que mandaba la que más, y era la única que podía con la sombrilla. Luego venía la Rosario, flaca como un demonio, y mala, muy mala, pero divertida, a su manera.

La playa la pisaba siempre primero la Florencia, que era la jefa. A veces la Rosario le sacaba una cabeza, si a la Florencia le daba por toser. Pero a mí nunca me dejaron ganar. Una vez casi lo consigo. Estuve entrenando en casa. En vez de ver la telenovela me levantaba y andaba deprisa por el pasillo. Pero no me dejaron. El día que lo intenté, la Florencia carraspeó y aceleró el paso; sacó el pincho de la sombrilla y lo tuvo todo el rato cerca de mi cara, hasta que desistí y volví a mi puesto en la fila. La Rosario se reía.

En Junio de este año la Florencia murió, pobrecita. Le dio la tos en la playa, justo el día en que se le cayeron los caramelos del bolso al cruzar la calle. Yo no me agaché a recogerlos porque también ando un poco mal de la espalda.

Feet-print

A los pocos días la Rosario murió, pobrecita. La convencí para que intentara llevar la sombrilla ella sola. Y la llevó, pobrecita, justo el día aquél de los vientos tan fuertes. Fue visto y no visto, abrir la sombrilla y adiós la Rosario.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos, IV Tsunami

Construía un castillo de arena. Otro padre, a mi derecha, levantaba el suyo. Nuestros hijos, aburridos, jugaban  entre las olas.
Yo me he centrado en el foso y en la muralla con barbacana. Él ha dedicado más tiempo a las torres, demasiado altas para mi gusto.
Había algo de complicidad; silbábamos a dúo “When Johnny came marching home” y asentíamos absortos.

Hemos puesto tanto empeño en los detalles, nos hemos acercado tanto, hemos imaginado los ángulos subjetivos de tal forma, que al cabo estábamos los dos dentro de nuestros castillos, recorriendo los pasillos, cruzando el patio de armas con nuestras mínimas zancadas.
Él ha disparado una cáscara de pistacho. Yo he respondido con una colilla de Marlboro y un hueso de aceituna. Nos hemos reído. Mientras tanto he dado forma a las troneras y al paseo de ronda.
Iba todo de maravilla hasta que han venido los críos con los cubos llenos de agua.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos III, Hallazgos

Bucket and Spade
Dijeron en televisión que había una plaga de medusas. En la playa, mi hijo, con la pala y el cubo en la mano, gritó: “¡Una medusa!”.
Veinte o treinta curiosos se agolparon alrededor, casi pisándola.
Dijeron en televisión que había entrado un tiburón en el mar Menor. En la playa, mi hijo, con la pala y el cubo en la mano, gritó: “¡El tiburón!”.
Varios cientos de exaltados lo rodearon, amenazados; amenazantes.
Dijeron en televisión que la gente, en general, es prudente y cabal. En la playa, tomé el cubo y la pala y grité: “¡Una bolsa llena de sentido común!”.
Sólo mi hijo se acercó y preguntó: “¿Flota?”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos, II
Handicapé

En la playa de La Puntica tienen unos bonitos carros amarillos que flotan. En ellos llevan hasta el agua a las personas que no andan. Los socorristas tiran del carro por la arena y lo meten en el mar. El transportado se baña hasta que vuelven y lo sacan, fresco y sonriente.
Esta mañana he visto a un tipo con muy poca pinta de socorrista tirando del carro amarillo. Los socorristas no son tan pálidos. Junto a él caminaba despacio una mujer con aspecto serio. Se mordía las uñas. Suelo verla en la playa, siempre cabizbaja. Su marido le grita mucho. Hoy no gritaba; iba dormido en el carro.
Después de un rato ha salido del agua el pálido tirando del carro vacío. Junto a él iba la mujer, fresca y sonriente. Con la cabeza bien alta.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos, I

Hay un hombre que viene todos los días a la playa con media ferretería metida en la bolsa del supermercado. Trae el armazón de un carro de la compra, un rollo de cuerda fina y otro de cuerda gruesa; trae la sombrilla, una pala y un martillo... y trae unos hierros con los que ancla su sombrilla en la arena. Seguramente soldó él mismo los hierros con su argolla, seguramente es el hierro más templado, más resistente; seguramente a mí me da igual y a él no.
Esta mañana, como todas, el hombre ha sacado su martillo y, arrodillado, ha clavado con furia los hierros en la arena. Tiene fuerza. Ojalá siempre tenga unos hierros a mano para desahogarse.
Esta mañana, como todas, su mujer le ha dicho que podría haber clavado los hierros un poco más allá. Pero hoy, sólo hoy, él le ha hecho caso. Se ha levantado con parsimonia y se ha sacudido la arena de las rodillas. Después, inclinándose un poco, ha agarrado los hierros con esas manos temibles. Todos hemos contenido el aliento, menos mal.
Con un impulso entre divino y equino el hombre ha estirado con todas sus fuerzas; un latigazo, una rápida sacudida, como si quisiera llevarse el mantel y dejar las copas de pie.
Y eso ha hecho. Con un amplio movimiento de su brazo derecho, el hombre ha conseguido que la playa saliera disparada, resbalando bajo nuestros pies, y quedara, andrajosa, colgando de los puñeteros hierros.
Luego, con los hierros en alto y un extenso manto de arena tras de sí, el hombre ha mirado a su mujer, inquisitivo.

lunes, 30 de agosto de 2010

Wurlington interpreta los sueños

Paseaba yo junto a mi querido Wurlington por una playa del mar Menor. Le contaba que es en vacaciones, libre de horarios, cuando recuerdo mis sueños más fácilmente.
Wurlington movió las orejas en un gesto que le caracteriza, y que indica que está prestando la máxima atención.

Wurlington siempre ha querido ser un experto en la interpretación de los sueños. Yo no digo que no lo sea; sólo pienso que es muy poco convincente. Una vez quiso persuadir a Lady Traumworth de que aquellas pesadillas en las que despertaba bañada en sudor y gritando ¡Tally-ho!; eran consecuencia de su afición al bacarrá, y hacían obvia alusión al calor que hace en los casinos. Fue entonces cuando descubrimos que Wurlington era el único que desconocía la sórdida relación entre Lady Traumworth y el mozo que cuidaba de los perros de Lord Traumworth. También fue entonces cuando Lord Traumworth decidió doblar el número de perros en su jauría. Al mismo tiempo contrató a un nuevo mozo, más apuesto y más alto que el primero. Luego compró pistolas para ambos.
Por ésta y por otras historias semejantes ya nadie hace caso de las interpretaciones de Wurlington acerca de los sueños, si bien las escuchamos con sumo deleite, siempre dispuestos a sonreír y a avisarle de algún romance que le haya pasado desapercibido.
Bien. Yo acababa de contarle a Wurlington que había soñado con mi mujer. Él apenas me dio tiempo a entrar en detalles y ya estaba disertando acerca de la conveniencia de soñar con una u otra mujer, para acabar rematando el discurso con un rotundo:
–Soñar con la mujer de uno mismo significa, sin duda, una restricción evidente del sueño, al que se limita, se recorta, se lo aleja del reflejo del subconsciente. Querido, los sueños son para rozar con la punta de los dedos todo aquello que de verdad deseamos... Y, ¡oh!... ¡Oh, cielos, rufián afortunado! ¿De verdad soñó usted con su mujer?

jueves, 26 de agosto de 2010

Linda Cathleen

Salgo del laburo. Veo al jefe buscando su auto.
Encuentro el mío y arranco. El jefe saluda.
Cathleen camina por el parking. Es nueva. Linda. Lo más lindo. Morocha, menuda, con enormes ojos negros en forma de bombilla de mate... Igual. Me la quedé mirando. Ella me vio. Sonrió Cathleen, lindos dientes escoceses. La saludé. Linda Cathleen.

Pisé algo.

Arrollé al jefe. Boludo de mierda, ahí parado.
Bajé del auto. Vi que me señalaba.
Mi jefe culpa a la gente. Es un gran repartidor de mierda.
Me acusaría. “No miraste, no sabés manejar, tarado”.
Tomé su cabeza y la golpeé en el piso. Varias veces. No quise escuchar. Lo maté porque miré a Cathleen. Linda Cathleen.

El jefe aún me agarró la camisa.
–Fue mi culpa –dijo–. Me quedé mirando a la morochita escocesa –dijo–. Linda –dijo–. Lo más lindo.

viernes, 20 de agosto de 2010

Scusi


Mamá era abogada, de ésas que consiguen que los malos no salgan bajo fianza. Decían que incluso el estrado temblaba cuando mamá interrogaba.
Yo sólo recuerdo que cantaba canciones de Sarah Vaughan mientras untaba la mermelada en mis tostadas. Cantaba como los ángeles, o, mejor, como Sarah. Y exprimía las naranjas, y dejaba el zumo sobre la mesa al tiempo que me revolvía el pelo y tarareaba “despierta marmota”.
Hace ya veinte años que mamá no está.
Y hace ya veinte años que recibo por correo, cada seis de Enero, un disco de vinilo de Sarah Vaughan. Alguno se ha repetido. Lo que no cambia nunca es la nota que lo acompaña:

Mis excusas, bambino. Jamás maté a otra mujer con la voz tan bella.
Palermo, a 31 de Diciembre...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Platonicol Complex

Creen que es alergia, pero es amor. Mamá está preocupada. Ya no sabe si son las camisas, la lactosa o el centeno. El director y los otros me miran como si me fuera a morir en cualquier momento, y ninguno quiere estar delante cuando ocurra.
A mi me da igual, porque, a eso de las once, jadeo un poco y toso con un ruido como de arrastrar sillas. Abren la ventana de clase para que respire. Saco la cabeza y te veo venir por la calle Bergamín, con tu falda de cuadros y los calcetines caídos.

¡Qué buen jarabe, tu sonrisa!
Fresca, brillante, antihistamínica.

lunes, 16 de agosto de 2010

Cool Hand Luke

Cool Hand Luke
Damián era un respetable hombre de letras. Dueño de su propio bufete, siempre actuó de forma cabal, demostrando, en conjunto, buen juicio y saber hacer.
Sus amigos, sin embargo, sabíamos que tenía en la cabeza un pequeño interruptor con forma de Óscar, una palanca escondida que sonaba con un ruido como de claqueta. Algo capaz de hacer que se quedara mirando al cielo y dijera: “Me encanta el olor del Napalm por la mañana”, o “Yo tenía una granja en África”.
El día que lo encerraron, todos pudimos imaginar la mirada indomable en sus pardos ojos de Paul Newman mediterráneo. Defendía a su propio hijo por pisarle la cabeza a un hombre con bigote, cuando, sobre un andamio, una joven comenzó a limpiar con su esponja la ventanilla abatible de la cristalera de la sala número tres.
Damián sonrió, miró al juez y gritó: “Puedo comer cincuenta huevos”.

viernes, 13 de agosto de 2010

No funcionó

Contemplábamos confusos el metal bajo la enorme masa gris.
Empujamos en vano con palancas, con los hombros. Alguien trajo desde Chimbacuaya la única grúa que había en la zona. Enganchamos las cadenas, anudamos las cinchas y cruzamos los dedos. Imposible.
No tuvo el alcalde tiempo ni ganas de volver a llamarles para que no vinieran, así que salimos todos por televisión, cabizbajos, humillados.
En un pueblo pequeño pueden darse dos casualidades a lo largo de un siglo. En el nuestro se dieron las dos casi a la vez.
Primero aterrizó el platillo.
Luego cayó el elefante.

lunes, 9 de agosto de 2010

Bowling for Meschiya Lake

Tal vez a ustedes les parezca un juego terrible, pero visto desde fuera tiene su gracia.

La hermana pequeña toma en sus manos una enorme pelota de madera y se esconde tras la esquina de una casa vieja de Bourbon Street. Mientras tanto, Meschiya Lake mueve esos tobillos apenas tatuados y entona canciones que paralizan a cuatro de cada seis peatones. Se detienen gustosos, felices, encantados.
Y ya no pueden echar a andar.

Entonces la hermana pequeña sale de su escondite, da tres pasos y gira el cuerpo con gracia mientras arroja la pesada pelota y derriba unos cuantos paralizados.
La hermana de Meschiya es sordomuda; y Meschiya se siente culpable, porque no puede cantarle.

jueves, 5 de agosto de 2010

Reunión de jirafas

Cranes at sunset
Están construyendo mucho junto al hospital. Estaban construyendo.
Esta mañana he mirado por la ventana. He contado ocho grúas trabajando, girando ese enorme cuello horizontal del que cuelgan tuberías, palés con ladrillos...
De pronto se han detenido. Todas han dirigido su morro hacia mi ventana. Una de ellas, la azul, ha inclinado la punta a un lado, como un animal curioso, vigilándome. Luego han empezado a moverse, la azul en cabeza, las amarillas detrás. Han ido hacia ese campo de trigo. Allí se están reuniendo, llegan de todos lados. Hay varios cientos. Viran sus cabezas y cuchichean. Luego miran hacia mi ventana. Vendrán. Seguro.

lunes, 2 de agosto de 2010

Pisarse una mano en casa de las Moorland

Martin Fiddlebrooke era una de esas personas llanas, simples, inconclusas. Hasta que un día casi lo mata una mariposa.
Maculinea arion, by PJC&Co

Estando sentado sobre la cancela que separaba las tierras de Pontcanna y Llandaff, el joven Fiddlebrooke decidió increpar en voz alta a la pobre Bettysey Moorland, que pasaba por allí. Luego, la saludó moviendo los brazos al tiempo que tomaba aire con la boca abierta y aspiraba, sin querer, un enorme ejemplar de Maculinea arion.
El veterinario, tras practicarle una lepideptomía urgente, escuchó del propio Fiddlebrooke que el suceso era una señal, y que su vida iba a cambiar.
Comenzó entonces el joven Fiddlebrooke a frecuentar a la familia de las chicas Moorland, con la intención de aprender costumbres menos escuetas.
Nadie le dijo que las señoritas Moorland son peculiares en la intimidad. La mayor, Valentine, se pisó una mano después de atarse una bota, Eilir convenció a un ladrón de que se fuera sin robar y dejando propina, Cathleen gusta de apostar con la gente sobre cualquier cosa, pero siempre poco dinero; Bettysey suele mostrar su brazo derecho, musculoso como el del herrero porque escribe muchos cuentos para niños; y Jumble, la menor, dice que donde ella siempre ha tenido mucha fuerza es en la mandíbula.
Ayer el joven Fiddlebrooke volvió a casa del veterinario; había conseguido introducirse en el ombligo cuarenta y tres garbanzos medianos.

viernes, 30 de julio de 2010

Parker Jiggleton y el hijo de Jumble

Parker Jiggleton llamó un día a la puerta del segundo sueño del hijo de Jumble. Se plantó allí con una gran sonrisa en forma de reloj de Dalí, y pidió audiencia. Escuchó, mientras esperaba, el crujido esponjoso que las suelas de sus botas producían al pisar el borde del sueño.
Morfeo, molesto por la intromisión, dejó a un lado las riendas con las que tira de los ojos en fase REM y pellizcó a un lado de la consciencia del hijo de Jumble. Éste, sobresaltado, escuchó cómo Parker Jiggleton solicitaba el honor de ser protagonista de uno de sus relatos.
El hijo de Jumble dijo que sí, y siguió durmiendo.


Para la nueva propuesta de Anónima Mente: Reunión de Meta-Micro-Relatos

jueves, 29 de julio de 2010

Naturaleza muerta

Mi bisabuelo fotografió a su mujer. Su mujer estaba muerta, en la cama, después del parto.
Era su segunda mujer, pero no sé si era mi bisabuela, porque también tuvo hijos con la primera.
Tengo una falsa memoria que me ronda, pues no sé si realmente yo vi esa fotografía. Tampoco sé si, viendo la fotografía, entendería por qué la sacó.
También fotografió muchas otras cosas que no eran su mujer.

lunes, 26 de julio de 2010

Prioridades

Sackleby Mundersling abrochó con mimo los botones de marfil de su chaleco mientras tarareaba un breve responso. Hecho esto, alzando el mentón y estirando el cuello, anudó su pajarita de los sábados, la que le había regalado Lady Brumber; elegante y suave, como la pajarita.
Impecable en su traje de tweed, se dirigió a la biblioteca y repasó los sobres lacrados que contenían el pago de sus trabajos recientes. Tomó su maletín de encima de la mesa y echó un último vistazo a la pizarra de tareas:

“Visitar diácono por su cumpleaños.
Comprar jengibre.
Recoger partituras de casa del luthier.
Degollar Lady Jane.
Paseo con Lady Brumber”.

Cerró los ojos y respiró hondo. ¡Cómo odiaba visitar al diácono!

martes, 20 de julio de 2010

Tuba Skinny

Vitoria lucía el cielo característico de cualquier otro sitio. Ni azul ni gris. Sus gentes paseaban por el centro con la mirada de quien podría estar en cualquier otra ciudad. Eso es lo bueno de Vitoria en Julio. Sabes que estás allí porque oyes el Jazz.
Discutía con mi querido Wurlington acerca de la conveniencia del Twist en la corteza de limón que añadimos siempre al Gin-Tonic. Él prefiere no retorcerla, mientras que yo –si previamente se ha limpiado el limón– agradezco ese sabor en el borde del vaso.
Wurlington sonreía con cierta condescendencia, pues su opinión, en su opinión, es siempre la obvia y la objetiva. Odioso, pero elegante, sin duda.
La condescendencia, así como la precipitación a la hora de abalanzarse sobre su pinta de Guinness, son detalles que hacen de Wurlington un ser al que se ama y se odia según la hora y el día de la semana.
Recuerdo con exactitud que levantaba en aquel momento mi mano derecha para cortar, tajante, su absurda disertación; cuando pasamos junto a un grupo de gente que escuchaba tocar a un sexteto de New Orleans. La vocalista alzó el mentón con la seguridad de quien se sabe portador de una nuez digna de encomio, y comenzó a cantar.
No tuve tiempo de sujetar a Wurlington.
Más tarde, avergonzado, observaba cómo la cantante –Erika, se llamaba– recomponía su vestido y secaba de babas su cara.
-¿Chupa siempre a todo el mundo? –preguntó Erika.
-Por supuesto que no –dije acariciando a Wurlington–. Sólo si le apasiona y está de buen humor.

jueves, 15 de julio de 2010

Enorme premio


Por fin en mis manos. En la foto luce bien, pero en persona es mucho mejor.



Ibuprofeno, psicoanálisis y soledad de consumo.


El día en que Rindelburn Kiddlethorpe abrió la puerta del armario para mostrar a su mejor amigo que la esposa de éste último no estaba allí, intuyó rápidamente que debería haber abierto el mueble desde dentro, pues la casa no era la suya. Por otro lado, el hecho de que el cornudo entrara cabizbajo en el armario, le hizo pensar que tal vez el hombre no tuviera celos de él sino de ella.

Halagado y confundido, se limitó a gritar, a quien quisiera oírle, que estaba cansado y que le dolía la cabeza.

Su amigo desde el armario, la mujer de éste bajo la cama, y la hija de ambos en el balcón, se limitaron a asentir en silencio.

jueves, 8 de julio de 2010

Guerra

Que me ha dicho mi sargento que si podemos hacer un apaño con las horas.
No, no. Que lo cubro yo. Que él va a faltar unos días, pero que yo trabajo doble y ya está.
Bueno, preferiría no contarle.
Tiene usted razón, pero que conste que yo todo esto no se lo he dicho. A saber, brevemente: Esta mañana hemos ido donde las chabolas que venden mierda. Droga, sí, eso. Allí, rebuscando, hemos encontrado un chamizo de ladrillo. Y allí, encerrada, una cría desnuda, toda sucia, muerta de hambre. Retrasada, autista, o yo qué sé. Autista pone; pues autista. Y el hijoputa del padre... Sí, lo que sea. El padre va y dice que la tenían ahí porque daba mucha guerra.
Cuando se han llevado a la chavala me he encontrado con el sargento llorando en un rincón. No, el otro, Peláez. Sí, ya sé que es un bestia, pero lloraba el hombre. Y me ha explicado que estuvo en Kosovo, y que la guerra es otra cosa.
¿Cómo entonces?
Ah, eso. Sí. Que Peláez se queda allí unos días, dice. Ha cogido al padre de una mano, a la madre de la otra y se ha metido con ellos al chamizo. Y ha cerrado por dentro, sí.
Que les iba a explicar lo que es dar guerra.

martes, 29 de junio de 2010

El orgullo de Bueno Wilson Ollacarizqueta

Hacía tiempo que Bueno Wilson Ollacarizqueta había decidido acabar con ella.
No pudo ser hasta una jornada después de que llegara el vapor, pues le traían un nuevo kyse, largo y afilado, pesado pero certero.
Volvió a casa desde el embarcadero poniendo a prueba el kyse, azotando ramas y cortando lianas, templando el tajo. Durmió en la jungla con el kyse envuelto en hojas de pindo, porque todos saben que el kyse para matar sólo se puede lavar con agua del río, y no quería cortarse y tener que volver atrás.
Llegó, por fin, cuando la tarde ahogaba los últimos rayos de Kuarahy tras los árboles altos donde viven los animales que ríen. Esperó fuera, oyendo cómo, dentro de la casa, Matilde Azcona Urbach trasteaba con la piedra de moler y cantaba algo de Zitarrosa.
En el rato en que se tarda en ordeñar seis cabras -si ninguna escapa- el silencio se apoderó del claro. Poco después, Matilde se durmió y retomó su leve ronquido de cada noche. Otro rato pasó, y se oyeron más ruidos en la casa. Bueno Wilson Ollacarizqueta empuñó el kyse y golpeó la puerta mientras gritaba “¡adiós, maldita!”.
Más tarde, arrodillado en el suelo junto a Matilde Azcona Urbach, recogía la arena manchada de sangre. Esa noche durmieron los dos tranquilos. Matilde, aliviada, porque los bichos muertos ya no matan. Bueno Wilson, orgulloso, salvado su honor, pues el yaguareté que mate a un cazador habrá de ser macho y feroz; no una hembra, por grande que sea.

jueves, 24 de junio de 2010

Disvandos y labderios

Tal vez la culpa no sea suya, pero, en gran medida, sí es responsable de mi desequilibrio. Y se lo agradezco.
Cabalgaba a mi espalda sus dos o tres años de rizos castaños mientras gritaba atatán; sonreía las cuatro comisuras de sus ojos azules como el cielo de Belzunce. Aprendí con ella a reírme abiertamente, pues llamaba relámpagos a los espárragos y ataba sus sandalias con Sevillas.
Dibujaba disvandos como dinosaurios hipopotámicos, rosas y rojos, verdes y azules, en papeles DIN A4 que guardo donde sólo la enfermedad podrá borrarlos.
Hace más de treinta años de aquello.
La pobre Clara cuida ahora de mis hijos, de mis padres, de mí mismo. Y no puedo ya llevarla a mi espalda, porque soy viejo y porque no le hará gracia. Además, ella tiene su trabajo y su música.
Así que en los últimos meses, con ayuda de un dios pequeño y un monstruo grande que había en un armario, le he fabricado en el garaje un labderio enorme; sea lo que sea, que decida ella.

miércoles, 23 de junio de 2010

Mujeres II

Damián, miope, poeta, susceptible y disponible, había contado a sus hermanos que un día se le acercó en el puerto una de esas bellezas que sólo se ven una vez. Desde entonces sus hermanos, exitosos expertos en el análisis superficial, paseaban por el puerto sin hablarse, observando con curiosa lascivia a cada mujer que se acercaba.
Damián, divertido, vigilaba a sus hermanos, sabedor de que él, que ya la vio, no la volvería a ver; y convencido de que ellos, que buscaban, no sabrían si ya la habían visto.


lunes, 21 de junio de 2010

Un aplauso para Pablo.

VENDAVAL DE MICROS.
Un aplauso (largo) a la iniciativa, la gestión y el éxito.
Ha sido un ejemplo de un montón de cosas para un montón de gente.

lunes, 14 de junio de 2010

Para qué sirve un hijo

Damián mantenía con su padre una relación bastante Kaspersky: Don Tomás sólo llamaba cuando le caducaba el antivirus.
Con sus hermanas la cosa era más Leroy Merlin, armarios, ventanas, taladrar...; aunque una de ellas, más sincera, también le quería muy SEUR.
Su madre, sin embargo, le sonreía y le miraba como a un hijo mientras hablaban de Mishima, de Chéjov y de Murakami.

VENDAVAL DE MICROS 2010


VENDAVAL DE MICROS 2010 pretende convertirse en una fiesta del microrrelato, un lugar de encuentro anual donde todos los amantes de este género tan vivaz podamos compartir nuestra pasión en tiempo real.

http://vendavaldemicros2010.blogspot.com/

viernes, 11 de junio de 2010

Al terminar

Me regalaron una perra Rottweiler, grande y noble; dócil e incomprendida como un Frankenstein arrodillado. Creo que tenía dientes sólo por un compromiso filogenético adquirido.
Un día un tipo entró en la casa. Armado y violento, nos retuvo amenazados. La perra era tan buena que, al terminar, estuvo una hora lamiendo su mano. Parecía arrepentida, como queriendo resucitarlo.

jueves, 10 de junio de 2010

Hay un cierto placer...

There is a pleasure sure in being mad which none but madmen know.
J. Dryden

Hoy he visto una loca en la calle. Hacía como si comiera. Sus manos, morenas y huesudas, se movían frente al pecho, manipulando un cuchillo y un tenedor imaginarios, y relativamente pequeños. Al pasar junto a ella me ha dicho que me sentara a ver pasar a los cuerdos. No sé por qué, supongo que porque no parecía peligrosa, pero me he sentado con ella. He estado un rato observando cómo cortaba su comida imaginaria, y cómo se la llevaba a la boca con la mano izquierda. Mantenía los cubiertos sobre el plato mientras masticaba, y volvía luego a cortar más carne. No ha parado ni un momento a beber un poco de vino, ni a usar la servilleta; y eso que ha estado un buen rato comiendo -son enormes las raciones que sirven aquí-.
La he dejado allí, con el postre. No me ha ofrecido ni un poco de tarta.

miércoles, 9 de junio de 2010

Nuevas tecnologías, viejos problemas

Aprovechando que ella se quedaba en casa a poner unas lavadoras y a cuidar de los críos, Edgardo salió a dar una vuelta. Volvió a la hora de comer, sin pan ni periódico, pero con cuatro Martinis.
Después de un rato intentando explicar con quién se había encontrado y cómo le habían obligado a quedarse un poco más, Edgardo vio que ella tomaba de la mesa el mando del DVD, le apuntaba a la cabeza y, suavemente, le bajaba el volumen. Cuando todo quedó en silencio él siguió gesticulando. Luego observó a su mujer apuntarle de nuevo con el mando y apretar el PAUSE.
Entonces, detenido en mitad de la cocina y con la misma cara de imbécil que siempre tuvo, Edgardo la vio sonreír, por fin, al tiempo que pulsaba EJECT.

martes, 8 de junio de 2010

Sistemas, mundos y conjunciones.

Damián vivió largo tiempo en un mundo entretenido, superficial en lo caótico y terrible en lo real. Era un mundo como de Windows. El dueño lo empezó, lo encendió y lo dejó andar a su aire. Y ahí lo dejó, sin tocar, viendo cómo el sistema se auto-copiaba, se auto-fagocitaba, se auto-destruía.
Antes, más joven y atrevido, Damián vivió en un mundo de facilidades. Era un mundo como de Mac; de funcionamiento engrasado, de sistema cuasi-perfecto y de diseño apetecible, pero excesivamente monopolista. Un dueño, un dios, un jefe y punto.
Ahora viaja Damián en un tren desvencijado, un tren achacoso y ñiquiñiqueante que avanza con la locomotora bien alta hacia un pequeño pueblo cuyo nombre no os diré. Dicen que allí viven un montón de escritores. Sentados en círculo, cada uno llora en el hombro del siguiente; cada uno lee los cuentos del anterior. Allí, en ese pueblo, se da una conjunción entre tangencial y asintótica de los diferentes sistemas multiversales. Las leyes que allí se conocen, rijan o no, son las que han caído por su propio peso de los sistemas que allí confluyen. O sea, el sistema allí es abierto pero se reconoce la autoría; si no haces nada, no pasa nada, las baterías duran siempre en tanto en cuanto se recargan, y el color de tu casa lo eliges tú.
En resumen, la gente que vive en ese pueblo no se asusta de fantasmas, porque pueden existir; no anda con la prisa del que sabe que el mundo se acaba, porque no se acaba; nadie depende de quién sino de cómo; y por las noches, después de cenar, siempre charlan un rato.


Inspirado por Pablo Gonz y Anónima Mente

jueves, 3 de junio de 2010

El timo lógico

No es asunto de risa. A mí, al menos, no me hace gracia. Eran tres hermanas. La mayor, sincera, directa y ofensiva en el hablar, se llamaba Eufemia. La mediana, saltadora de pértiga y malabarista en sus ratos libres, se llamaba Ataxia. La pequeña, modelo de ropa deportiva y profesora de aeróbic, se llamaba Distrofia.
Su padre, como yo, fue un hombre culto, bebedor compulsivo que gozó de un dudoso buen humor. Así, en contra de lo que sus nombres pudieran sugerir, Eufemia, Ataxia y Distrofia no eran gordas, sino más bien flacas.

miércoles, 2 de junio de 2010

Perfecto

Como consecuencia de un delicado ejercicio de introspección me defino con veracidad como un hombre sencillo, atento, ilusionado, cariñoso y detallista; es decir, un perfecto perdedor. Y habiendo sido capaz de darme cuenta yo mismo de que algo tan sencillo y de tan terribles consecuencias no hace sino llenarme de gozo por el éxito del propio análisis, concluyo, sin lugar a dudas, que soy un perfecto imbécil; lo cual proporciona un valor añadido a la inicial introspección, por su brillantez, a pesar de venir de un perfecto imbécil. O no, según se vea, pues el resultado de la introspección de un perfecto imbécil puede no ser más que una perfecta imbecilidad.
De lo que sí estoy seguro es de que sencillo, atento, ilusionado, cariñoso y detallista sí soy. Y, por lo tanto, un perfecto perdedor.


Para la Cuarta Propuesta de Anónima Mente: Reunión de Micro-Monólogo-Relatos

martes, 1 de junio de 2010

Grandes verdades

Ernesto tenía la costumbre de pensar durante mucho rato. Eso es lo que estuvo haciendo mientras yo bebía mi cerveza y apartaba aquellas amargas lágrimas de mis mejillas. Eran lágrimas de rabia y vergüenza, de ésas que no necesitan ruido ni jadeos para brotar.
Ginés acababa de salir del bar, cabizbajo, escuálido y maltrecho. Lo despedí con un “ ánimo”, después de oírle decir las palabras “tratamiento” y “unos seis meses”, con las que respondió a mi “has perdido peso, ¿no?".
Ernesto acabó su rato de pensar. Me señaló con un dedo y dijo:
–Recién aprendiste dos cosas. Debes meditar antes de hablar; y no es lo mismo un flaco que un adelgazado.

lunes, 31 de mayo de 2010

Profesional

La cena se enfriaba en la mesa. Damián, la frente contra la pared, sujetaba el aparato.
–Ya.
–...
– ¿Fue él?
–...
– ¿No sabían nada? ¿No se dieron cuenta antes?
–...
– ¿No lo ven entrar y salir?
–...
–Entonces, ¿cómo llegó allí?
–...
–Voy para allá.
–...
– ¿Antes no? O un poco más tarde.
–...
–No. Prisa no. Pero cuanto antes acabemos...
–...
–Tal vez para usted no sea importante...
–...
–De acuerdo. En diez minutos.

Damián se puso el abrigo, tomó su placa, dos cargadores y el arma.

–Hijo, vuelvo enseguida. Encontraron tu chaqueta. La tenía Héctor.

miércoles, 26 de mayo de 2010

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La ingeniería del vending evoluciona paralela a como lo hace la arquitectura.
Voy a decirle algo que le hará más infeliz.
Han puesto en mi oficina una nueva máquina de comida. Es mucho más alta que la anterior. Así como los rascacielos son cada vez mucho mayores que los anteriores.
Las patatas que yo suelo comer están en la fila de arriba –en el último piso–. Pulso el 15 y observo los alambres girar sobre sí mismos. Y no quiero mirar, pero miro.
Antes las patatas simplemente caían. Ahora que están más altas –en el último piso– ya no se limitan a caer. Ahora saltan al vacío.
Haga lo que hace todo el mundo. Mire hacia otro lado.


martes, 25 de mayo de 2010

El gato con botas revisited

Para la Tercera Propuesta de Anónima Mente: Actualización de cuentos, mitos, leyendas...


El gato con botas apareció de un salto en la terraza del balneario, convencido de que su aterrizaje sorpresivo cautivaría a todos los presentes. No logró, sin embargo, más que miradas de reproche por parte del perro con piercing, el canario con mechas, el burro con chaqueta y el cerdo vietnamita con calzones de Calvin Klein.
En esta época del año, las mascotas en Saint-Moritz involucionan con sus amos.

lunes, 24 de mayo de 2010

Soft and only

La de los días de lluvia suele acercarse en silencio, se inclina, me mira con resignación y acaricia mi mano. Se sienta en la silla y lee durante un par de horas. Me da un beso y se va.
La de los días soleados taconea al llegar, deja su bolso en la silla, me observa, ladea la cabeza y me peina. Luego coge el bolso de la silla, se sienta, juguetea con el móvil y se va.

Mi preferida viene todos los días. Huele bien. Pone sus dedos a los lados de mi boca y luego estira hasta hacerme sonreír. Ésa no es hija mía.

jueves, 20 de mayo de 2010

La garganta del sinsonte

– Con la venia del tribunal, presento ante Su Señoría las pruebas del caso: “La voz de esta señora ya no es sólo suya, ahora es de todos“. Expediente 271073, con fecha de 20 de Mayo de 2010. Procedo a resumir los hechos que acontecen... [...] Siendo sucesos demostrados que las costumbres nocturnas... [...] así como que los mínimos cuidados necesarios para el apropiado mantenimiento del timbre característico... [...] mientras que, por otro lado, la indudable capacidad de poner los pelos de punta... ¿De qué se ríe Su Señoría?
– Los pelos de punta, ha dicho, ¿no? –dijo el juez, sonriendo– prosiga.
– Gracias. Por el bien de las generaciones presentes y futuras, y de la señorita en cuestión, le ruego tenga a bien estimar las grabaciones aquí almacenadas como evidencias suficientes que avalen la necesidad de considerar la voz de la interpelada como “Patrimonio de la Humanidad” y por tanto... ¿De qué se ríe Su Señoría?
– Proceda buen hombre –dijo el juez– , pero rapidito.
– Prueba número uno. “Moody’s Mood For Love
[...]
– ¿Señoría? ¿Eso son lágrimas? ¿Y los pelos?
– De punta, abogado –dijo el juez– . Traigan aquí a esa mujer.

lunes, 17 de mayo de 2010

Ectosimbiosis

Llevo unos días con un terrible dolor de espalda. Creo que no duermo bien, que no descanso. Parece que la culpa es del colchón. Lo noto deforme, vencido, como desestructurado.
He visto un anuncio en el periódico: “Colchones” –decía–. “Arreglos, consultas, apaños con la garantía”.
He ido hasta allí. La puerta estaba abierta. He mirado dentro. Sentado ante el escritorio, un hombre de aspecto terriblemente profesional escuchaba a mi colchón quejarse.
– No descanso –decía con acento de látex–. Tengo al inquilino deforme, vencido, como desestructurado.

viernes, 14 de mayo de 2010

Petit Toulouse

Ni subido a una escalera conseguiría besarte. Pobre mínimo rival –pensaba yo.
Lo observaba desde arriba y me hacía gracia lo escaso de su pelo, la longitud de su abrupta nariz.
Debieron de ser sus tupidas y expresivas cejas, que me impidieron ver cómo te sonreía.
-Esta gente contrahecha se muere pronto –te dije, queriendo dejar una pequeña piedra en el calcetín de tu conciencia-. Les cabe poca vida.
Por eso me extrañó morir tan pronto. Y más me extrañó morir de rabia. Fue el día en que os vi pasear riendo juntos, con gorjeos de pava en celo.
-Me abraza suave –dijiste-. Me abraza las rodillas.

jueves, 13 de mayo de 2010

Jura y Laurio

La mujer que había dentro de mí tenía los ojos color avellana. Casi seguro. Y tuvo un cuerpo atractivo. Tal vez no fuera espectacular, pero era bonita. Creo.
Sonreía a los hombres tranquilos y miraba atenta a los bebés, encandilada. Eso recuerdo.
La mujer que había dentro de mí, se ahogó hace ya tiempo en un cubo lleno de un líquido viscoso que olía a miedo y prejuicio.
Hace más de cuarenta años que mi esposa me mira como si entendiera. Tal vez vivía un hombre dentro de ella. Tal vez él sonreía a las mujeres tranquilas. Fue un hombre guapo. Casi seguro.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Qué susto

Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños, que solían quedarse en el sofá cuando su madre y yo discutíamos.
Llevaba dos días fuera, paseando, pensando en mi matrimonio; en irme, en quedarme.
Encontré al pequeño y su osito. Los cargué en brazos y los llevé a la cama.
La otra cama estaba vacía, en el suelo, arrugado, el pijama del mayor. Y una nota: “me voy”.
Lo busqué durante horas, en el jardín, en el garaje, en el parque, junto al río.
Cuando volví él estaba en su cama, despierto.
-¿A que no estaba cuando has venido? –dijo-. Qué susto, ¿eh? A mí me pasó igual contigo.

martes, 11 de mayo de 2010

Ensayos sobre la muerte II

Luego se fue corriendo. Jamás recuperé mi jersey, empapado en sus lágrimas, y jamás olvidaré cómo se agarraba la cabeza, el pecho, la cara. En ese orden.
Seguí viéndola. Hablábamos, paseábamos, se acercaba, me alejaba. Pero nunca supe pedirle perdón.
Ayer coincidimos en el hospital. Quise decirle algo, disculparme.
-Un golpe tonto –me dijo sonriendo-. Un par de radiografías y a casa.
Cuando vi al celador sacar su camilla me levanté. Y cuando vi la sábana cubriendo su rostro me senté.
En la sala de espera me agarro la cabeza, el pecho, la cara. En ese orden.

lunes, 10 de mayo de 2010

23 de Octubre - 22 de Noviembre

Hacía más de un mes que el pequeño monstruo negro la visitaba. Siempre después de las diez, el animal aparecía bajo la sábana, en el lado izquierdo de la cama.
No lo veía como una amenaza. Como un intruso, tal vez.
Acercó la mano y le permitió pellizcar sus dedos índice y medio. Le dejó bailar adelante y atrás, a izquierda y derecha. Tarareó un breve tango y observó al bicho depositar esa extraña cápsula puntiaguda junto a la almohada.
Había leído suficiente. Sabía por qué el alacrán bailaba cada noche.
-No va a poder ser –le dijo-. Tendremos que adoptar.

domingo, 9 de mayo de 2010

De la muerte y otras cosas normales a las que hay que acostumbrarse

Por lo general hay dos tipos de puertas. Aquellas cuyo eje es vertical te pillan los dedos. Eso es la muerte de otro. Hay otras puertas cuyo eje es horizontal, como la puerta de mi garaje. Ésas son la propia muerte.
Yo meto el coche al garaje, me esfuerzo por levantarme del asiento; me acerco a la puerta, agarro el cordón atado al picaporte y tiro hacia abajo. El ruido in crescendo de la puerta corriendo por su guía es el sonido de la vida escapando. Y, al final, el golpe seco. Dummm. Siempre que he muerto ha sido así.
La puerta del baño, la puerta de tu dormitorio; ésas tienen el eje vertical. La muerte de otro es como pillarte un dedo. El dolor no es constante. Duele con un latido. El del corazón, supongo. Pompóm, el dedo, pompóm, la uña, pompóm, el dedo. La muerte de otro viene y va con un latido similar. Se ha muerto. Se ha muerto. Se ha muerto. Se ha muerto. Se ha muerto...
Con los años las cosas cambian. Murió hace tiempo. Murió hace tiempo. Murió hace tiempo. Murió hace tiempo. Murió hace tiempo. 

lunes, 3 de mayo de 2010

Golden Retriever

Me había mudado hacía cinco semanas. Era un barrio con lechería, con bazar; un taxi, una puta... Un barrio como cualquier otro. Un barrio de mierda.
El cartero salía del bar cuando yo salía de casa, de modo que nunca recibí mis cartas por la mañana. Lo veía caminar despacio -era cojo el cartero-. Llamaba en la casa del toldo amarillo y esperaba a que saliera el perro.
-Guau -decía el cartero.
-Guau -decía el Retriever.
El cartero le daba la correspondencia y seguía su camino.
Contemplé la escena cada día. Pensé en un inválido, pero vi a la mujer subida en el alféizar, limpiando los cristales. Pensé en un ciego, pero vi al hombre observando bajo la falda de la mujer que limpiaba los cristales.
Un sábado encontré a la mujer en el bazar. Llevaba en una mano un bote de limpiacristales y en la otra un liguero nuevo.
Le pregunté por el perro.
-Está bien, gracias -me dijo-. ¿Le hizo algo? ¿Lo tuvo esperando?
-No, no -contesté.- Sólo quiero saber por qué siempre abre el perro la puerta.
-Y... -dijo ella-. Echamos a suertes hace ya tiempito. A mi me tocó enseñarle el culo al viejo. Y al pobre Nelson, abrir la puerta.


Editado el 1 de Junio de 2010.
Golden Retriever, recibe mención en el Concurso #54 de Las Historias

viernes, 30 de abril de 2010

Receta obligatoria

He encontrado algo que me ha hecho estremecer.
Estaba vivo, se movía.
Es una frase:
"Un microrrelato jamás se explica. Funciona o no funciona." (Fernando Remitente)
Y vive
aquí

Reflexiones:
1.- Cuando enfrentas al relato con el lector, si el lector requiere una explicación ¿por qué modificar el relato? ¿Podríamos modificar al lector?
2.-¿Es la explicación nuestra modificación del lector?
3.-¿Cuántos lectores pueden ser modificados por un solo relato? ¿Cuántos relatos explicados hacen falta para hacer irreconocible a un lector?
"Soy yo, cariño, no te asustes. Me explicaron todo Chéjov. Sé que ahora parezco mayor."
4.- ¿Cuál es el umbral de relatos que un lector puede asumir sin pedir explicaciones? Superado ese umbral ¿se convierte el lector en el escritor?
5.- Hay que escribir cosas que el lector no entienda. De otro modo, si las entendiera, podría haberlas escrito él mismo; y nos faltarían a nosotros. En caso de que pida explicaciones, éstas habrán de ser ambiguas, de lo contrario poblaremos el mundo con una inmensa prole de
"escrilectores" transgénicos dispuestos a "escrileer" nuestras propias obras...

martes, 27 de abril de 2010

Reflejo

El hombre cuya cabeza se inclinaba hacia la izquierda conoció en el autobús a una mujer cuya cabeza se inclinaba a la derecha. Tras unos instantes durante los cuales ambos pensaron que el otro les tomaba el pelo, se sonrieron, hablaron de casi todo, fueron a tomar café y acabaron besándose.

La primera vez que fueron al cine, ella se sentó a la izquierda y él a la derecha, de modo que sus cabezas se rozaban a cada momento, y se apoyaban la una en la otra durante las escenas de amor.

El día que fueron a la librería, ambos hicieron un esfuerzo e inclinaron las cabezas al lado opuesto. Así pudieron leer los títulos de los libros que el otro hubiera comprado.

Rescatado V. De La ventana de Millás.

Ayer me encontré con una conocida. Me dijo que ya lo habían llevado a casa, que el pobre no se enteraba de nada, que tenían que limpiarlo a cada rato y moverlo con una grúa.
Le contesté que debía ser valiente, que tenía que aguantar sólo por él; que la vida es un asco y que me avisara si necesitaba algo.
Me pareció que iba a llorar, que quería abrazarme.
Le dije adiós y me di la vuelta sin saber de quién habíamos estado hablando.
08.05.08

lunes, 26 de abril de 2010

Rescatado IV. Del concurso de Página2. Relatos con canción.

25.09.08
Sal esta noche
Rosalita era terriblemente fea. Se paraban a mirarla en la calle.
Tenía, sin embargo, una voz que todos los hombres habrían querido usar de despertador.

escuchar: Rosalita

25.09.08
Ornitológica
Atraparon a un hombre encaramado al campanario. Rociaba los nidos de cigüeña con aguarrás. Era el tonto Simón, que no quería tener hijos.

escuchar: El tonto Simón

Rescatado III. De La ventana de Millás.

Ayer, al cerrar el bar y coger mi coche, vi un Renault aparcado enfrente.
Conduje alrededor de la rotonda y me aproximé.
Dentro había una chica con la cabeza inclinada a un lado. No se movía. Era la portera de una empresa que hay cerca.
Toqué la bocina y ella se despertó.
O resucitó, no lo sé.
Espero que despertara. De lo contrario, mi bocina y yo tenemos una enorme responsabilidad a partir de ahora.
17/04/08

sábado, 24 de abril de 2010

Rescatado II. En la página 14 de 42

24.01.08
No funcionó.
Apoyé mi oído en su pecho y escuché un latido fuerte, veloz y desordenado. El mío.
Soplé, golpeé, besé sus labios.
Posé una mano en su frente y me imaginé regalándole una parte, media vida, toda entera.
Quise que una luz me abandonara y se alojara allí donde la suya se había apagado.
Me abrí. Me vacié junto a su cama y me vi resbalar sobre su piel impermeable.
Cerré sus ojos. Cerré la puerta.
Después le soñé noventa y tres veces antes de poder nombrarle.

viernes, 23 de abril de 2010

Rescatado. En la página 3 de 41

25.09.07
No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor.
Sobre él guardo las urnas, alineadas por edades.
Éramos muchos de familia, pero no demasiados.
Y les hablo. Abro las tapas y les cuento cosas, uno a uno. Le cuento a cada uno lo que le puede interesar, en voz baja, para no molestar al siguiente.
Por eso suele haber ceniza en el mueble.
Porque les susurro.
O, tal vez, me contestan.