La de los días de lluvia suele acercarse en silencio, se inclina, me mira con resignación y acaricia mi mano. Se sienta en la silla y lee durante un par de horas. Me da un beso y se va.
La de los días soleados taconea al llegar, deja su bolso en la silla, me observa, ladea la cabeza y me peina. Luego coge el bolso de la silla, se sienta, juguetea con el móvil y se va.
Mi preferida viene todos los días. Huele bien. Pone sus dedos a los lados de mi boca y luego estira hasta hacerme sonreír. Ésa no es hija mía.
La de los días soleados taconea al llegar, deja su bolso en la silla, me observa, ladea la cabeza y me peina. Luego coge el bolso de la silla, se sienta, juguetea con el móvil y se va.
Mi preferida viene todos los días. Huele bien. Pone sus dedos a los lados de mi boca y luego estira hasta hacerme sonreír. Ésa no es hija mía.
Me gustó mucho Propílogo. Trabajé un tiempo cuidando ancianitas y me parece terrible y tierno y lleno de verdad tu micro. Por desgracia es más fácil no SER que SER.
ResponderEliminarUn abrazo
muy bonito, me gustó.Descubro tu blog y me pasaré con frecuencia.
ResponderEliminarQué bueno, qué bien enlazada la dichosa frase de inicio con la que nos devanamos los sesos, qué magnífico final. Si no fue, debía haber sido.
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