jueves, 28 de octubre de 2010

Trimbury Forest

No era un fantasma quien surgió entre la niebla, aparentemente, sino Shirley Appleton, joven, picante y muy cariñosa. Llegaba antes de tiempo a su cita con Jim Chesappey, cubierta únicamente con aquella túnica blanca, y rodeada por un aura de felicidad carnal tan apasionada que casi hizo olvidar al joven Chesappey que su caballo estaba todavía suelto. Entre las escasas virtudes públicas de la dulce Shirley estaba, menos mal, la de la más escrupulosa puntualidad, aunque al ardiente Jim no le pareció impropio que llegara temprano a una cita romántica en el bosque.

Tras todo aquello por lo que un joven fogoso desearía pasar una noche al raso en los bosques de Trimbury en pleno mes de Noviembre, Jim Chesappey despertó sobresaltado con el ruido de pisadas, se levantó y vio su propio cuerpo desnudo y sin vida en el suelo, al tiempo que aparecía entre la niebla la mismísima Shirley Appleton, joven, picante y extremadamente puntual.

lunes, 25 de octubre de 2010

Motu proprio

El chino que trabaja conmigo me ha regalado un reloj. Es una réplica del despertador clásico, pero de plástico. Funciona con una pila, y en lugar de hacer TAC TAC TAC hace sólo un suave lerelerelere, así que apenas lo oigo.

Hace dos minutos lo he mirado. Iba muy deprisa.

El segundero se movía rápido. Demasiado rápido. En cuanto ha notado que lo observaba, ha acomodado el movimiento de la aguja hasta un ligero segundo por cada segundo. Pero ahora ya lo sé. Tomo nota. Lo apunto aquí, bajo el párrafo en el que anoté, hace ya un tiempo, que el paquete de tabaco se me acerca cuando no miro; que los cordones de los zapatos se retuercen espontáneamente hasta soltar el nudo; que el euroconector escapa poco a poco de la espalda del DVD.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Prioridades borgianas (corregido)

Ayer me quedé hasta tarde escribiendo. A las dos oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca y un libro gordo bajo la mejilla. Retiré con cuidado el libro, que le incomodaba.

A las tres oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca.
Retiré con cuidado el chupete, que le incomodaba. Puse el libro gordo bajo su mejilla.



Corregido el texto -gracias a todos, y especialmente a Alberto, Julio, R.A. e Iván- queda como veis. Añado "hasta" antes de "tarde", y me sigue sonando ajeno, así que deduzco que es un error que cometo a menudo (dos errores, quedarme y escribirlo). Borro la edad (casi dos años), pues no aporta información que no pueda deducirse más tarde. Además, añade un dato numérico que puede llevar a engaño si se tiene por importante.
Dejo como están los discutidos "LE incomodaba", encantado, no por haber acertado, sino porque han dado pie a un interesante diálogo.
Gracias a todos, con comentarios así da gusto leer. Y escribir.

lunes, 18 de octubre de 2010

Prioridades borgianas

Ayer me quedé tarde escribiendo. A las dos oí llorar a mi hija. Tiene casi dos años. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca y un libro gordo bajo la mejilla. Retiré con cuidado el libro, que le incomodaba.

A las tres oí llorar a mi hija. Estaba tumbada en la cuna, desconsolada, con el chupete en la boca.
Retiré con cuidado el chupete, que le incomodaba. Puse el libro gordo bajo su mejilla.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Saltarín

Fernando no era muy ágil, pero podía saltar por encima de cualquiera. Altos y bajos.

La gente se alarmaba cuando lo veía arrancar, a la carrera, directo a ellos. Pero él los saltaba igual. No le importaba que se asustaran, porque él –decía- sólo saltaba a mentirosos e indeseables. Contaba que estaba poseído por el impulso animal de pasárselos por el arco de triunfo.

Encontraron a Fernando, con las gafas en la mano, malherido, empotrado en una pared con propaganda electoral.

viernes, 8 de octubre de 2010

Made in Porrúa

Teodomiro Alwin Thurstonbury, de madre asturiana, compró una mochila en “Artesanía Mitológica Serafín”, de Gulpiyuri. Dentro encontró un papel que rezaba “Libro de Instrucción”. Y en otra línea: “Usar antes de las decisiones importantes. Made in Porrúa”.

Y la usó, siempre; cada noche antes de un juicio.

Ayer la asistenta encontró la mochila en un armario. La lavó a mano. Al tenderla en la terraza vio salir una enorme burbuja; una pompa de jabón, llena de un aire verdoso, que cayó al suelo y reventó con un ruido de lloros.

Esta mañana el Juez Thurstonbury, desoyendo un Real Decreto y una encuesta del CIS, ha fallado a favor de Sun Innovation & Development of Rustic Areas, otorgándoles la exclusividad de la palabra SIDRA.

Por la tarde el Juez Thurstonbury se ha colgado. A sus pies, un telegrama de Serafín Texu Carbayu: “Volcó la mochila, ¿verdad? Derramósele la justicia toda. Stop”

lunes, 4 de octubre de 2010

Farolas

Observé atentamente a los dos hombres. Uno, alto, de aspecto endeble, tenía cierto aire prepotente; el otro era bajo, compacto y rudo. Elegí al segundo. Transmitía calidez, confianza, como una manta en un sofá.

Le pregunté, y dijo que sí; pero su enorme mano no dejó de apretar mi muñeca.

Le di las gracias por permitirme ofrecer una explicación.

Luego le conté todo.

Mi hijo disfruta escuchando pequeñas historias. Son historias porque no son cuentos. Los cuentos se guardan en la estantería, y las historias en la cabeza.

Le hablaba a mi hijo sobre la nueva casa. Le prometí que en el techo de su habitación pegaríamos unas estrellas que brillen de noche, como las de verdad.
—¿Sabes cómo brillan las estrellas de verdad? —le dije a mi hijo.
—No —contestó—. De noche sólo veo las farolas.

De noche sólo veo las farolas.

El hombre me soltó, se quitó la gorra, jugueteó con su placa de policía y escrutó el cielo negro.
—Y cortó usted la luz —dijo.
—Sí —contesté.
—De toda la ciudad —insistió.
—Sí —dije.
—¿Y le han gustado? —preguntó—. Las estrellas.
—Mucho —respondí.
—Salga usted de aquí —dijo—. Y abrigue al crío.