Observé atentamente a los dos hombres. Uno, alto, de aspecto endeble, tenía cierto aire prepotente; el otro era bajo, compacto y rudo. Elegí al segundo. Transmitía calidez, confianza, como una manta en un sofá.
Le pregunté, y dijo que sí; pero su enorme mano no dejó de apretar mi muñeca.
Le di las gracias por permitirme ofrecer una explicación.
Luego le conté todo.
Mi hijo disfruta escuchando pequeñas historias. Son historias porque no son cuentos. Los cuentos se guardan en la estantería, y las historias en la cabeza.
Le hablaba a mi hijo sobre la nueva casa. Le prometí que en el techo de su habitación pegaríamos unas estrellas que brillen de noche, como las de verdad.
—¿Sabes cómo brillan las estrellas de verdad? —le dije a mi hijo.
—No —contestó—. De noche sólo veo las farolas.
De noche sólo veo las farolas.
El hombre me soltó, se quitó la gorra, jugueteó con su placa de policía y escrutó el cielo negro.
—Y cortó usted la luz —dijo.
—Sí —contesté.
—De toda la ciudad —insistió.
—Sí —dije.
—¿Y le han gustado? —preguntó—. Las estrellas.
—Mucho —respondí.
—Salga usted de aquí —dijo—. Y abrigue al crío.
Uno más bien tierno. O de cómo la contaminación lumínica y acostar pronto a los niños hacen que éstos se pierdan un montón de cosas interesantes.
ResponderEliminarNo puede ser todo sangre.
Muy bonito, pero mucho. En la realidad te habrían roto la cara, pero ¿de qué sirve si no poder inventarse el mundo? Me ha gustado mucho, un registro muy diferente al habitual.
ResponderEliminarHace tres o cuatro años, en el pueblo de mi mujer, descubrí que la foto de la Vía Láctea que sale en todos los libros de texto puede apreciarse a simple vista. Me quedé sonriendo, embobado, como un niño. Y tengo 44 años.
Un abrazo
Propílogo, me encantó. No tengo nada más que decir. No puedo decir nada más.
ResponderEliminarAbrazo, palmazo simultáneo en las orejas, beso en la frente, abrazo.
PABLO GONZ
Una anécdota para el recuerdo: Jesus Esnaola escribe a una velocidad de vértigo. Cuando empecé a escribir mi comentario, no estaba el suyo. Bien, sí, estaba impactado, quizás dejé pasar unos tres minutos imaginando mi infancia urbana. Bueno, olvídenlo.
ResponderEliminarY con sólo dos dedos, Pablo. Tengo más pero para escribir no los uso jeje!
ResponderEliminarNo está nada nada mal esto.
ResponderEliminarEl papá encendió la noche, para eso es necesario apagar todas las luces.
ResponderEliminarPrecioso Propílogo!
En La Palma tenemos una ley que regula la contaminación lumínica, por los telescopios, es una gozada ver el titilar de las estrellas.
Abrazos
No,no todo va a ser sangre. Es tierno en su justa medida. Es sensible que no tiene nada que ver con ñoño.
ResponderEliminarUn gusto
R.A.
Hola
ResponderEliminarComo el resto... me ha encantado n_n
"O de cómo la contaminación lumínica y acostar pronto a los niños hacen que éstos se pierdan un montón de cosas interesantes"... los niños deberían poderse acostar a la hora que quisiesen y así soñar sin prisas.
Hasta pronto.
Es precioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues yo quiero creer que esa situación es aún posible.
ResponderEliminarBonito cuento. Me lo imagino en una película de esas que echan en Navidad
Saludos
Por emplear un adjetivo nuevo: delicado.
ResponderEliminarY doy fe de que, como dice Anita, en La Palma no hubiera hecho falta apagar las farolas, en mi pueblo zamorano, tampoco.
Un abrazo.
La historia es realmente entrañable, conmovedora, rebosa ternura. Pero hay un par de momentos que tienen que ver con el estilo que me chirrían un poco. Es una apreciación personal, claro, y por tanto muy subjetiva, muy dependiente del gusto personal de cada uno. Allá voy:
ResponderEliminarLa comparación "como una manta en un sofá" en el primer párrafo para mí no encaja demasiado bien en la descripción lacónica, seca, directa, de las primeras líneas. Y tampoco me encaja en el tono que se desprende de esa primera fase del relato.
Segunda cuestión: el quinto párrafo ("mi hijo disfruta..."), desarrolla una reflexión interesante, pero para mí le resta efectividad al ritmo y al avance del micro. Digamos que no me parece demasiado relevante en el conjunto. Al leer el micro varias veces he tenido la sensación de que había algún fragmento que se descompasaba, y he creído notar que el responsable era este párrafo. He hecho el ejercicio de suprimirlo mentalmente y me ha parecido que el relato ganaba en agilidad.
Pero ya digo, es una impresión muy personal y como tal te la traslado.
Por lo demás, la historia es fantástica.
Disculpa mi puntillosidad, si acaso, y un saludo enorme.
Primero me dije que el relato era fantástico, aunque no me creyera el final. Luego me dije que aunque no me creyera el final, aceptaba pulpo como animal de compañía (creo que lo llaman suspensión voluntaria de la indredulidad); finalmente reconocí que el fallo era mío por escéptico, pues aunque haya muchos más maderos proclives a enseñarnos otro tipo de estrellas -las que emiten sus toletes- que maderos comprensivos dispuestos a soñar, haberlos de éstos haylos, y encontrarlos sólo es cuestión de suerte.
ResponderEliminarEn cualquier caso un gran relato, de los que pueden guardarse indistintamente en una estantería de madera o en una neuronal.
Me ha gustado mucho la historia, Propílogo. Es entrañable y está muy bien contada.
ResponderEliminarPor otro lado, estoy de acuerdo con Iván en cuanto al párrafo donde se diferencian las historias de los cuentos, no me parece demasiado relevante para la historia, aunque la reflexión es interesante.
Un abrazo.
Siempre es refrescante ver a un personaje de éstos con una convicción desafiante. Un placer de lectura.
ResponderEliminarMe gustó especialmente la contraposición de los dos actos del padre. El acto irracional de hacer cualquier cosa por un hijo y el acto racional de entregarse una vez transcurrida toda la vorágine. La elección del policía adecuado es de una sutileza extrema.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Me gustó mucho la contraposición entre el acto irracional de hacer todo lo que haga falta por un hijo y el acto racional de entregarse una vez trasncurrida toda la vorágine. El momento de la elección del policía, sublime.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Me ha gustado mucho y me quedo con una frase: "los cuentos se guardan en la estantería y las historias en la cabeza". Saludillos con las luces apagadas
ResponderEliminar¡Vaya! No esperaba tantas reacciones. Muchas gracias a todos.
ResponderEliminarEs curioso cómo la luz, que sirve para ver, no nos deja ver algunas cosas. Yo también tengo bonitos recuerdos de estrellas, de la vía láctea en Belagoa, de las Perseidas en Urbasa...
Gracias a todos. Bienvenido Jordi. Luego me paso.
Y a lo práctico: Iván y Alberto. Quise añadir la imagen de la manta porque es algo práctico, cálido, pero parco, inerte. Tal vez no he acertado.
Con respecto al párrafo de las historias y los cuentos, os doy toda la razón. Está ahí únicamente por una razón sentimental; o sea, que no debería estar. Yo mismo he criticado otras veces el error de no recortar lo prescindible. Y este párrafo es bonito, es real, pero es prescindible. Y además no acaba de estar completamente enlazado con el siguiente.
Se agradece la corrección.
Un saludo a todos.
P.
La vida moderna nos impide ver muchas cosas. Apaguemos luces y televisiones. Abramos las ventanas de nuestros sentidos.
ResponderEliminarBuen relato Propílogo. Educativo. Instructivo. A tener en cuenta.
Un saludo indio
Genial. Lástima que, en la vida real, los policías no suelen ser tan comprensivos.
ResponderEliminarY hay unas cuantas frases en este escrito para recordar; o para copiar, directamente.
Radiante.
ResponderEliminarBlogsaludos
Ficción pura, Propílogo. En la realidad no existen polis tan buenos. Tu micro, en cambio, sí lo es.
ResponderEliminarUn abrazo.
No me gusta la luz eléctrica. Me levanto a tientas por no encenderla. Y me encanta el cielo estrellado que no me canso de mirar todos los veranos sentada en el patio de mi casa de Córdoba. No he visto nada igual. No me extraña la acción de ese padre. Cálido, cálido, como esa manta.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Abrazos.
Indio, lo escribí hace unos meses a partir de una conversación con mi hijo. Decidí llevarlo una noche a ver las Perseidas; y nos salió el Agosto más nublado de la historia. Así que dejémoslo en potencialmente educativo.
ResponderEliminarPaseante, haberlos, haylos. Será cuestión de hallallos.
Adivín, muchas gracias. Radiantes tus hiperbreves, los sigo.
Víctor, seguro que los hay. Otra cosa es que se crean lo primero que les digas...
Lola, desde que mi hijo me confesó que no veía las estrellas, no hago más que echarlas de menos. Incluso me ha bajado la miopía. Yo también ando mucho a oscuras. Tendrías que ver mis rodillas.
Un abrazo a todos.
Creo que, como Agus, estoy empezando a ver cosas que no son de este mundo... Juraría que antes había leído aquí un post sobre un diluvio de microrrelatos, o algo parecido?
ResponderEliminarHe encontrado Gulpiyuri en VisorSigPac. Impactante. Y la aplicación también, similar a Google Earth, pero parece que mejorada. Muchas gracias.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHermoso relato, tiene magia. Un cordial saludo, Propilogo.
ResponderEliminarMe hubiera encantado hacer algo así tan hermoso para mis hijos :) Muy bonito, muy tierno...
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