En la playa de La Puntica tienen unos bonitos carros amarillos que flotan. En ellos llevan hasta el agua a las personas que no andan. Los socorristas tiran del carro por la arena y lo meten en el mar. El transportado se baña hasta que vuelven y lo sacan, fresco y sonriente.
Esta mañana he visto a un tipo con muy poca pinta de socorrista tirando del carro amarillo. Los socorristas no son tan pálidos. Junto a él caminaba despacio una mujer con aspecto serio. Se mordía las uñas. Suelo verla en la playa, siempre cabizbaja. Su marido le grita mucho. Hoy no gritaba; iba dormido en el carro.
Después de un rato ha salido del agua el pálido tirando del carro vacío. Junto a él iba la mujer, fresca y sonriente. Con la cabeza bien alta.
Esta mañana he visto a un tipo con muy poca pinta de socorrista tirando del carro amarillo. Los socorristas no son tan pálidos. Junto a él caminaba despacio una mujer con aspecto serio. Se mordía las uñas. Suelo verla en la playa, siempre cabizbaja. Su marido le grita mucho. Hoy no gritaba; iba dormido en el carro.
Después de un rato ha salido del agua el pálido tirando del carro vacío. Junto a él iba la mujer, fresca y sonriente. Con la cabeza bien alta.
Pese a que me esperaba (tras el primer párrafo) algo así, el final no me ha decepcionado lo más mínimo.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Víctor. A veces es casi imposible escapar de lo predecible, por eso quería centrar el final en la mujer.
ResponderEliminarEl final sí era predecible aunque está bien cerrado.
ResponderEliminarNo es fácil caminar en sendas desconocidas y poco predecibles.
Un saludo indio
Es cierto, no hay sorpresa, ni falta que le hace; hasta que la he visto regresar sonriendo he estado frotándome las manos de gusto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leí tu anterior cuento murciano, y ahora que leo éste me empieza a dar miedo ir a la playa...
ResponderEliminarambos cuentos muy muy buenos, te admiro esa forma de tratar el subrealismo, de rozar lo imposible con la naturalidad de lo cotidiano.
Un saludo
Me gustan tus cuentos murcianos.
ResponderEliminarQuizá se da mucha importancia al final sorpresivo por lo que aporta de intensidad, pero estoy de acuerdo en que muchas veces se puede jugar con todo lo contrario, con el final esperado. Puede despertarse la intriga en el cómo va a ser ese final disfrutando del propio relato. Y aquí, Propílogo, consigues hacer eso.
ResponderEliminarUn saludo.
Propílogo, veo que en la playa no pierdes el tiempo... pareces un detective buscando pistas bajo la arena y entre las olas.
ResponderEliminarUn abrazo
Demorar un final deseado es un recurso eficaz para generar intriga. Buen micro tántrico.
ResponderEliminarAbrazos.
Muy buenso estos cuentos surrealistas-costumbristas.
ResponderEliminarMe encanta la mezcla.
R.A.