jueves, 2 de septiembre de 2010

Cuentos murcianos, I

Hay un hombre que viene todos los días a la playa con media ferretería metida en la bolsa del supermercado. Trae el armazón de un carro de la compra, un rollo de cuerda fina y otro de cuerda gruesa; trae la sombrilla, una pala y un martillo... y trae unos hierros con los que ancla su sombrilla en la arena. Seguramente soldó él mismo los hierros con su argolla, seguramente es el hierro más templado, más resistente; seguramente a mí me da igual y a él no.
Esta mañana, como todas, el hombre ha sacado su martillo y, arrodillado, ha clavado con furia los hierros en la arena. Tiene fuerza. Ojalá siempre tenga unos hierros a mano para desahogarse.
Esta mañana, como todas, su mujer le ha dicho que podría haber clavado los hierros un poco más allá. Pero hoy, sólo hoy, él le ha hecho caso. Se ha levantado con parsimonia y se ha sacudido la arena de las rodillas. Después, inclinándose un poco, ha agarrado los hierros con esas manos temibles. Todos hemos contenido el aliento, menos mal.
Con un impulso entre divino y equino el hombre ha estirado con todas sus fuerzas; un latigazo, una rápida sacudida, como si quisiera llevarse el mantel y dejar las copas de pie.
Y eso ha hecho. Con un amplio movimiento de su brazo derecho, el hombre ha conseguido que la playa saliera disparada, resbalando bajo nuestros pies, y quedara, andrajosa, colgando de los puñeteros hierros.
Luego, con los hierros en alto y un extenso manto de arena tras de sí, el hombre ha mirado a su mujer, inquisitivo.

7 comentarios:

  1. Un buen giro inesperado en la parte final del relato. Seguro que el hombre llevaba mucho tiempo queriendo hacer eso y seguramente para interrogar a su mujer: ¿y ahora qué?
    Muy bueno.

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  2. Que bueno propílogo. Tanto la narración como el desenlace.
    Un abrazo

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  3. Seguro que eso se te ocurrió viendo a algún marido clavar la sombrilla en la playa mientras su mujer se quejaba del lugar :)

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  4. Sublime. Se me acaba de quedar encajada entre las costillas esa imagen del psicópata (no me cabe duda de que es un psicópata) tirando de la playa a su antojo. Muy potente tu prosa, como siempre, que habla de la potencia de tu mirada.
    Un admirado abrazo (otro más),
    PABLO GONZ

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  5. Vaya salto que nos das del british a la playa nacional. Qué bien escrito y qué visual, de aquí sale un corto excelente.

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  6. Me pasa como a Avelino, seguramente le preguntaría a su mujer: ¿y ahora qué?
    La narración estupenda.

    Un saludo indio

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  7. Seguro que el hombre se encuentra ahora en esa situación de "acabo de hacer una burrada pero debo mantener la calma"; ¿dónde quieres la sombrilla? ¿y la playa? ¿la voy dejando por aquí?
    Esta mañana hemos paseado por la orilla, he oído los martillazos y he mirado al hombre. Y él me ha mirado. Fijamente. Los jubilados ahora se manejan bien con internet.
    Estas cosas pasan en Lo Pagán.
    El otro día vimos un caniche paseando por un tejado.

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