Enormes fragmentos de espejo roto flotan a la deriva en un mar de mercurio. Dalma gatea extraviada sobre el cristal; una mano se le hunde en el líquido y la retira veloz, con asco, con rabia. Las gotas de mercurio retroceden desde sus dedos y caen de nuevo, pacientes, sabedoras de que volverán. Dalma gatea en círculos, en zig-zag, en vano. Hunde otra vez un dedo, un codo; hasta el hombro ahora. Su rostro descansa en el filo del espejo, y su boca roza el suave mercurio, que la acaricia, que la acuna.
Dalma gira el rostro y lo introduce allí, despacio, con las manos apoyadas en una postura de leona sedienta derrotada. Y aspira, bebe, traga, esnifa el mercurio, que tarda en entrar pero vuela al seguir entrando. Sus brazos sienten el nuevo peso que la posee y la envuelve y la recorre hasta teñir de azogue las uñas de los dedos de sus pies.
Plateada, conquistada, Dalma mantiene esa apariencia de bebedora de charca. Y entonces sopla, grita, escupe y vomita con todas sus fuerzas; hasta que el cuerpo de carne comienza a salir del disfraz de mercurio.
Al otro lado, Alice, sentada en la hierba junto al lago, observa el agua hincharse, el surtidor plateado; ve salir una lengua larva que tantea el mundo nuevo, una boca crisálida que la sigue y la encierra; un cuello que pasa alrededor de la boca, una cabeza metamorfosis alrededor del cuello. Y ve a Dalma brotar, parirse marcha atrás en la superficie del lago con un suspiro de termómetro roto.
-Diecisiete, conejo. Ya son diecisiete –dice Alice-. Están viniendo todos.
Este texto forma parte de la antología Destellos en el cristal, editada por la Internacional Microcuentista.
Soberbio, me encantaatnacneem, oibreboS
ResponderEliminarQué angustia. El ritmo (para mí pausado) acelera mi pánico, además de verse la escena. Lo de la carne salirse del disfraz y el suspiro de termómetro roto me ha encantado. El giro final me arranca una sonrisa macabra. Y mira que todo ello no deja de ser una metáfora del descubrimiento de la felicidad, del dejarse el disfraz y pasarse al mundo de la ilusión. En fin, Gabriel, que ¡joder! cómo escribes. Felicidades por estar en esa antología, en la que aparezco con el nombre de pila: Javier Jiménez. Nos leemos en el otro lado.
ResponderEliminarFantástico micro, Gabriel, en el que el movimiento de su péndulo narrativo acuna al lector a medida que este disfruta del fuelle argumental. Virtuosa elección del lenguaje, con gran potencia semiótica.
ResponderEliminarA mí, en lo que a esta antología se refiere, me llena de orgullo poder decir que me pueden encontrar junto a tus letras.
Un abrazo,
Muchas gracias, Alb, Ximens, Pedro.
ResponderEliminarAbrazo
Encantada de tenerte frente a frente: o de lado-costado, acaso de perfil.
ResponderEliminarVertiginoso hasta la desolación.
Un fuerte abrazo, Gabriel