Tome unas zapatillas deportivas del número 32.
Introduzca algo de arena en su interior.
Inclínese ante el retrete y vacíe allí la arena de las zapatillas.
Escuche.
Es un ruido de bambú hueco entrechocando, de Campanilla volando en Guatemala, de balbuceo de flauta, de pompas en los labios.
Así suenan los recuerdos de un hijo muerto.
Me apetece re-publicar este micro, que mi amigo Alberto me permitió mostrar en su blog hace un tiempo. A Iván le gustó (y eso es muy bueno), así que ahí queda.