Sentado entre ellas, asientes cucharilla en mano. Tu mujer te peina mientras habla de la planta tal del Corte Inglés; de la ropa tal, de la señora tal, del perro del hijo de la señora cual. No revuelve tu café.
Tu hija mayor te endereza el cuello de la camisa. Dejas de asentir. Cuando acaba, asientes de nuevo. Y sonríes. Grita en tu oído. Le grita a su hijo, pero tú estás en medio. Grita que te pares, que te calles, que te bajes, que te doy. Ella tampoco revuelve tu café.
Tu hija menor te quita las gafas. Grita en tu oído. Le grita a su sobrino, le grita a su madre, se grita a sí misma. Grita que un pañuelo, grita que Angelina y que Brad Pitt, grita que el Euribor, grita Frenadol y Tanakene. Limpia tus gafas y te las vuelve a poner. Ella tampoco revuelve tu café.
Tu nieto se acerca, te pisa, agarra tu nariz. Te quita la cucharilla de la mano y revuelve tu café, que ya está frío. Él sí te mira a la cara. Sólo él sabe que fingiste el ictus.
Cada vez encuentro tus micros más expresionistas, Gabriel. Por ahí hay veta. Yo conozco muy mal la literatura expresionista (o la literatura en general) pero pienso que Juan Carlos Onetti (si no lo ha sido ya) podría ser para ti una lectura de mucha utilidad.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
PABLO GONZ
La historia es brutal, uno podría pensar que te has pasado siete pueblos, pero quién no ha pensado alguna vez en fingir un ictus aunque sólo fuera por un día. Y luego está lo otro, la forma, la manera de trinchar la realidad, de despellajarla y arrojársela a la cara del lector. Me gusta y mucho esa forma de hacer, esa forma de contar. Bravo, Gabriel. Bravo.
ResponderEliminarAbrazos.
Solamente él se ha dado cuenta de que el abuelo sigue siendo su abuelo con o sin ictus y le trata como tal.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato.
Un abrazo.
Engañar a los adultos es relatívamente fácil, a la intuición infantil no tanto. Mucho menos si hay una relación cariñosa de por medio.
ResponderEliminarCoincido con Agus, brutal tu manera de contarlo.
Un abrazo
Yo me quedo con la interpretación de Bicefalepena. Los niños y los ancianos tiene una conexión especial
ResponderEliminarSaludillos
Fingir un ictus puede ser una buena forma de sobrevivir en algunas familias.
ResponderEliminarNada mejor que adoptar medidas drásticas ante semejante paliza como la que tiene que sufrir tu personaje. Coincido con Araceli y con el resto de comentaristas.
ResponderEliminarAbrazos, Gabriel
¡Cómo tenía que estar este hombre de harto para fingir un ictus y aislarse del mundo! Brutal micro. Y me gusta mucho la forma directa de la narración, como si fuera una sucesión de puñetazos, sin florituras, pero con elipsis que lo hacen más directo aún, porque a él le da igual lo que le digan. Sólo importa la acción del nieto. Un abrazo.
ResponderEliminarRecibe mis aplausos Gabriel, me ha encantado este micro, la forma, el tono, el fondo y el trasfondo.
ResponderEliminarAbrazos.
Muy acertado el micro. Viendo el contexto comprendes que finja una enfermedad y deja intriga saber porque el chico sabía que él mentía. Muy sugerente.
ResponderEliminarYo no sé si ha fingido realmente el ictus o como dice Bicefa, al nieto le da igual. Lo que si me parece es que vivir en esa familia tiene que dejar tocado y en este caso, hundido.
ResponderEliminarY menos mal que el nieto le revuelve el café, ya iba a ir yo...
Un abrazo
Este es de los que a mi me gustan.
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