Escucho al vecino vociferar, y me noto muerto. Pongo la tele, les advertimos de la dureza de las imágenes que acaban de ver. Yo no miraba, pero lo he oído todo; el golpe, los lloros, el tumulto, yo qué sé; una mierda.
Tomo un libro y me detengo en las esquinas superiores, apenas dobladas; las palabras dan igual si te notas muerto.
Un refresco, una cerveza, lo que sea que haya en la nevera. Por pasar el rato. Agua del grifo. Al final, agua del grifo. Para notarme muerto bebo un vaso.
Clan, clan, me noto vivo.
Estoy.
Movería las orejas si pudiera.
Clan, clan, trrr, clan.
En el baño, clan, clan.
Me siento allí, delante, a observar. Mejor que la tele. Entre la espuma. Aunque haya sido sin querer. Para sentirse vivo hay que escuchar monedas en la lavadora.
Lo confieso, yo también me he dejado morir en alguna ocasión mirando como da vueltas la lavadora y lo único que me han despertado han sido las monedas. Me gustaría haberlo escrito como tú.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Bicefalepena. Creo que es habitual eso de morirse por no ponerse a vivir. Y a veces son los pequeños ruidos cotidianos los que lo evitan.
ResponderEliminarUn saludo
La lavadora hipnotiza, las monedas nos salvan del ahogo; también hay otras maneras de resucitar, la música quizá.
ResponderEliminarGracias, Puri. No sé si es la lavadora en concreto lo que hipnotiza, tal vez sea la vida. En este caso son la lavadora y sus indigestiones las que hacen despertar. Y la música, por qué no, la inesperada, Rain Dogs de Tom Waits, por ejemplo...
ResponderEliminarAbrazo