Una ventana al sur, llena del polvo de muertos y desastres. Horizonte de mierda. Una ventana al norte, salpicada de las hordas que vienen al olor. Del dolor. El tabique oeste y su bum bum de vecino, y una vez un tiro.
Y en las paredes, diecisiete sombras de ti mismo, grandes, pequeñas, flacas, sombras de perdedor. Diecisiete sombras de Candy ante el espejo, también.
Si desaparecieras ahora -morirás, es un hecho-; si desaparecieras, tal vez perderías la oportunidad de levantar un día la persiana y ver que todo tiene mejor pinta.